Miedo y papel higiénico.

Un relato atribuido a García Márquez narra la historia de una mujer que un día se levantó con una premonición: «Algo terrible va a pasar en este pueblo».

Segura de su intuición, se lo advirtió a su hijo y éste se lo dijo a sus amigos. Los chicos, a su vez, propagaron la noticia entre el resto de familiares y vecinos. Al anochecer, todo el pueblo se concentró en la plaza esperando aquella desgracia inevitable. Alguien decidió abandonar el pueblo preso del pánico y, de pronto, la desesperación se apoderó del resto huyendo de allí, no sin antes prender fuego a sus casas. En su retirada, y viendo aquel incendio asolador, la mujer le susurró a su hijo: «Yo te lo dije, algo terrible pasaría»

El concepto de profecía autocumplida lo vivimos a diario. La mayor expresión del poder de las expectativas nos la concede la economía -basada en la confianza y en las expectativas futuras-. La noticias de insolvencia de un banco -infundadas o no- se convierten a menudo en la retirada masiva de fondos por parte de los depositantes y hacen que, efectivamente, se cumplan las expectativas. La “profecía autocumplida” convierte escenarios probables en hechos ciertos cuando ciudadanos y empresas, temiendo un futuro devastador, no gastan nada y lo ahorran todo, acabando por hacer cumplir las predicciones, sin importar si eran fundadas o no.

Se dice que la realidad es, a veces, una ilusión. La percepción de la realidad varía de una persona a otra. Cuando las cosas van bien, tendemos a vivir con una sensación de control y certeza sobre el futuro. Pero, en épocas de crisis, tendemos a entrar en pánico y tomar decisiones irracionales por miedo al futuro. Olvidando que el futuro mismo siempre ha sido, y siempre seguirá siendo, desconocido. La incertidumbre nos provoca pavor, el miedo corre como la pólvora en grupos de whatsapp. Las redes sociales y el acceso a toda la información disponible hoy en día (la mayoría falsa o malintencionada), amplifican este miedo e inseguridad. Así, estos días, ha ocurrido algo que hace pocos días sería visto como un disparate, hemos convertido el papel higiénico en producto fetiche.

Somos seres sociales. Usamos «lo que hacen los demás» como una pista para decidir cuál es el comportamiento correcto. Si todos están comprando papel higiénico debe ser porque es importante tener papel higiénico en cantidades industriales en casa. Es un comportamiento muy tentador, nos permite descargar nuestra responsabilidad sobre los demás. Preferimos compartir nuestra equivocación con el resto que hacerlo solos. Es un mecanismo parecido a la compra de lotería, ese miedo al arrepentimiento, ese pánico al pensar que serás el único del grupo que no se convertirá en millonario, hace que finalmente compres tú también el número. Por si acaso.

El miedo es, quizá, el virus que más rápido se propaga por todo. Hay que manejar el miedo, pues es éste mismo miedo el que puede iniciar una verdadera crisis antes de tiempo. El reto, entonces, no es negar los tiempos de crisis, sino asumirlos con una actitud responsable y positiva. Lidiar con el miedo sin que éste nos paralice. No anticipar las malas noticias, pues llegarán con más rapidez, sino trabajar desde ya para amortiguarlas.

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